No dejan a Macri hablar en público.


Hablamos hace unos días de la obsesión de Marcos Peña (muchacho de 37 años y corta experiencia política) por la imagen y comunicación de gobierno. Vimos como todos los días (salvo los martes, cuando hay reunión de gabinete) el séquito de “controllers”, gabinete paralelo o gendarmería mediática (ponga el nombre que usted quiera) se reúne a las 8 am para edulcorar las noticias macristas o bajar línea de comunicación con la prensa. De este grupo de empleados estatales se desprende también la serie de insólitas fotografías familiares del presidente y otras de funcionarios como si estuviesen en campaña. También la aspiración de Peña es que los referentes políticos de cada sección (especialmente de la provincia de Buenos Aires, donde el nexo es su amigo Federico Suárez) pidan permiso antes de hablar de algunos tópicos con los medios de comunicación y evitar, a toda costa, los escraches a las salidas del presidente. Este gabinete paralelo, de muchachos de entre 25 y 35 años, se autorreconoce como los trabajadores de “la marca”, el gobierno PRO.

Pero en todo el organigrama discursivo de Peña, que ordena líneas y coherencias, también encontramos al propio presidente de la Nación.

“Hablás poco, explicás poco”, diagnosticó a Mauricio Macri un amigo a quien el presidente consulta con frecuencia.

“Sí, Marcos me pide que hable poco y conciso, no más de 4 ó 5 minutos”, le admitió Macri a su interlocutor, amigo histórico de su familia. Y no es el único que detectó la escasez y brevedad de los discursos del presidente tras los primeros dos meses de su mandato.

"Macri debería hablar más, salir en cadena y explicar cosas", advirtió (maliciosamente?) Felipe Solá la semana pasada.

La comunicación del presidente, como él mismo le admitió a su amigo, la monopoliza Marcos Peña, quien no sólo montó la estructura de “la marca” para monitorear el discurso de todo el gobierno y el partido, sino que decide qué puede decir Macri y a través de qué medio.

En su razonamiento apolítico y binario, Peña tiene terminantemente prohibido al presidente el recurso de la Cadena Nacional por obvias razones de diferenciación con la antecesora Cristina Fernández de Kirchner. No es una medida desacertada; Clarín y La Nación, con todas sus repetidoras de monopolio, son los encargados de multiplicar los edulcorados mensajes que se pretende bajar al público.

En esta línea argumental, Macri “habla” entonces por escrito, mayormente a través de Facebook y Twitter (donde plasmó su inolvidable "hemos resolvido hablar con todos los medios de prensa) en donde siguen intentando reducir a la mínima expresión el riesgo de error.

Las otras variantes que comenzó a manejar Peña son columnas enviadas a los diarios, en el que el riesgo del error también está inspeccionado. En ese sentido, ya publicó una columna en Diario Popular para hablar de la inflación, tras la crisis por la salida de Gabriela Bevacqua (INDEC), y la semana pasada envió una carta a La Gaceta de Tucumán, para celebrar el aumento del corte de bioetanol en los combustibles líquidos.

En esas publicaciones, revisadas e hipercorregidas, Macri evita referirse a la herencia que recibió del kirchnerismo, una sugerencia que le hizo el propio Peña y que comparte Durán Barba, en contra del ala dura (donde se encuentran los gerentes de Clarín).


De este modo, después de varios papelones (vía twitter, tv o radio) y reconociendo la incapacidad de Macri, se restringe al máximo el discurso presidencial y prácticamente se anula el contacto casual con los medios de comunicación, de modo de minimizar la posibilidad de error.

Así entonces, se lo puede ver retirarse de una conferencia sin comparecer a una sola pregunta del periodismo presente, para retirarse a un costado y dejar el atril al propio Marcos Peña.

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