Financial Times: Macri entusiasma a los inversores.


El General Juan Domingo Perón fue un nacionalista argentino ferviente y, por tanto, fanático del cantante de tango Carlos Gardel, un barítono conocido como "El Mago", que falleció –haciendo honor a la melancolía del tango– en 1935 en un accidente de avión en pleno apogeo de su carrera.

Como el populista más importante de Latinoamerica, Perón entendió perfectamente la importancia de una presencia y una proyección como las de Gardel. Una vez declaró: "El argentino que se desempeñe en la plataforma del orador como Gardel lo hace en la pantalla tendrá a la Argentina en la palma de la mano."

Esta semana, en el Congreso de Buenos Aires, Mauricio Macri, el recientemente electo presidente de Argentina, demostró que Perón estaba en un error. El ex empresario de 57 años dio un discurso casi de precisión quirúrgica que generó ovaciones. "Lo primero que tenemos que hacer es reconocer que no estamos [Argentina] bien, aunque duela", dijo en la apertura.

Con un estilo muy diferente de la retórica injuriosa de su predecesora, la presidenta Cristina Fernández, la disquisición clínica de Macri también reveló por qué los inversores extranjeros recuperaron su interés por la tercera economía más grande de Latinoamérica.

Luego de la asunción de Macri el 10 de diciembre, Argentina es una rara luz de esperanza en medio del sombrío panorama de los mercados emergentes. Y el presidente es una señal de que los votantes latinoamericanos se están cansando de "la marea rosa" de líderes de izquierda que arrasaron con la región en medio del auge de los precios de los productos básicos de la década de 2000.

"Pasamos muchos años... con escasez de inversión", sostiene Miguel Kiguel, de Econviews, una consultora. "Seguramente [ahora] muchas empresas vengan a invertir."

Este optimismo explicó en parte las expectativas en el Congreso, mientras Macri se preparaba para dar su primer discurso como presidente en el Congreso. Sus primeros 80 días excepcionalmente activos en el gobierno también habían hecho crecer las expectativas: levantó controles de capital, liberó el tipo de cambio y el comercio, adoptó medidas para liberar los precios de la energía, aumentó las tasas de interés y despidió a miles de trabajadores del sector público.

Todo esto fue contrario a las políticas sociales y estadistas heredadas de la populista Fernández, que había sucedido a su difunto esposo Néstor Kirchner como presidente.

También va en contra del enfoque adoptado por los aliados regionales más cercanos a Fernández, tales como Dilma Rousseff de Brasil y Nicolás Maduro de Venezuela. Ambos presidentes luchan contra los escándalos de corrupción y el colapso económico que marcaron el fin del auge de sus productos básicos. El viernes, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva fue detenido para interrogarlo por la última etapa del escándalo de corrupción que involucra a Petrobras.

"Escapamos del camino que nos habría llevado al modelo venezolano. Ahora lo lógico es escapar del modelo brasileño", afirma Rodrigo Alvarez, director de la consultora Analytica de Buenos Aires. "Argentina es un país que está saliendo de un proceso muy traumático… con muchas oportunidades."

El juicio del siglo
Dos días antes, Macri había tomado la decisión que podría definir su liderazgo: llegar a un arreglo para resolver el denominado "juicio del siglo por la deuda soberana", apodado así ya que podría establecer un precedente para que inversores minoritarios agresivos bloqueen otras reestructuraciones de deuda soberana y chantajeen a los países.

Por primera vez en más de una década, Argentina podría volver a tomar préstamos en mercados internacionales, pero esto solo será posible si antes del 14 de abril paga u$s 4600 millones a los cuatro holdouts más grandes que se rehusaron a aceptar los términos del default de u$s 95000 millones de Argentina en 2002. Alfonso Prat-Gay, el ministro de Economía, el viernes dijo al Congreso que si llegan a un acuerdo con todos los holdouts tendrían que emitir una deuda total de u$s 11.680 millones.

Sea cual fuere el costo final, el acuerdo será costoso para Argentina en términos financieros y podría ser costoso para Macri en términos políticos. Fernández había hecho de la resistencia a estos fondos de cobertura "buitre" una cuestión de fe ideológica. De hecho, el ministro de Economía durante el mando de Cristina Fernández, Axel Kicillof, el lunes por la mañana había criticado en un editorial que llegar a un acuerdo marcaba "un retorno a los mismos errores que en el pasado condujeron a la Argentina a su peor crisis económica, política y social".

Esta postura suena familiar a muchos argentinos que sufren por las cicatrices psicológicas del liberalismo económico de la década de 1990, durante el gobierno de Carlos Menem. Sus intentos de reforma —mucha bravuconería, poca limitación de gastos— llevaron al default, una devaluación colosal y una desconfianza persistente del mundo financiero internacional y de Wall Street.

A Macri no se lo veía con aires de arrogancia mientras estaba parado en el podio el martes. Miró a su alrededor en el Congreso y respondió a los aplausos con una breve sonrisa, casi una mueca. Luego expuso su evaluación de la crisis de Argentina y sus planes para solucionarla. No escatimó palabras.

En la última década, Argentina ha sido testigo de "enojos, resentimientos, una búsqueda permanente del enemigo o el responsable", señalo Macri en referencia al gobierno de Cristina Fernández. Macri habló de "mentir sistemáticamente", "falta de planeamiento y pensamiento responsable" y criticó la cultura de la "violencia verbal", "corrupción, desidia e incompetencia".

La economía también se está desacelerando y Brasil, el socio comercial más importante de Argentina, está atravesando su peor recesión en un siglo. El precio de la soja, uno de los principales productos de exportación, cayó. La inflación es de alrededor del 30%, las reservas de divisas están bajas y el déficit fiscal alcanzó el 7% del PBI. Sin embargo, "no hay estadísticas… a veces ni siquiera están los papeles que deberían estar", dijo Macri. Argentina "no está en las mejores condiciones", concluyó el mandatario.

Pago de rescate
La valoración ácida de Macri del sueño color de rosa que solía pintar Cristina Fernández no podría pasar inadvertida. También fue un astuto pie para tocar el tema de los costos políticos inevitables de sus reformas.

El Presidente "necesitaba llevar al conocimiento público el [pésimo] estado en que había recibido las cosas", escribió Joaquín Morales Solá, columnista destacado, en el diario La Nación.

El discurso también trató de adelantarse a los críticos que podrían tildar sus políticas de un retorno a las duras medidas "neoliberales" de la década de 1990. Sergio Berensztein, un destacado politólogo, rechaza la frase "neoliberal" y, en cambio, califica al equipo de Macri de "neokeynesianos... [que aplican] todo el gradualismo posible con todo el impacto necesario".

Es allí donde radica la importancia de acordar con los "buitres". El financiamiento internacional ayudará a Argentina a reconstruir sus agotadas reservas de divisas y suavizar las restricciones a la importación. En el corto plazo, también puede financiar el déficit presupuestario, y obviar la impresión de moneda que ha acelerado la inflación. Ambos le ayudarán a aliviar los trastornos sociales de la transición… incluso cuando el pago parece tan exorbitante que algunos lo han comparado con el pago de un rescate para volver a los mercados globales de capital.

El fondo de cobertura Elliott Management Corp cobrará un retorno de casi 400% por sus bonos u$s 617 millones, mientras que Bracebridge Capital, casi 1000%, según expedientes judiciales informados por el Wall Street Journal.

"Es evidente que el gobierno está dando prioridad a la sostenibilidad política de su plan", afirma Ignacio Labaqui de Medley Global Associates, una consultora de riesgo.

Sin embargo, Macri deberá enfrentar varios desafíos antes de conseguir dicha financiación. En primer lugar, precisa la aprobación del Congreso, donde su coalición es minoría. En la Cámara Baja, contará con peronistas disidentes de la oposición que estarán de su lado; en el Senado, con gobernadores provinciales pragmáticos que precisan financiar sus propios gastos.

Luego, debe convencer a los inversores. Prat Gay, el ministro de Economía, sostiene que el país planea emitir hasta u$s 15.000 millones este año, lo que convertiría a Argentina en el mayor emisor de bonos de mercados emergentes desde los u$s 16.000 millones emitidos por México hace 20 años. Los analistas estiman que a ello podría seguirle la emisión de otros u$s 25.000 millones cada año durante varios años.

Si bien los mercados emergentes han caído en desgracia, los bonos argentinos rinden un nada despreciable 7,5%. Al haberse ausentado de los mercados financieros por una década, Argentina también goza, casi en forma exclusiva, de un bajo nivel de apalancamiento, lo que la convierte en una apuesta relativamente segura. El crédito total asciende solo al 25% del PBI, menos de la mitad que en Brasil, Chile o Colombia.

"Creemos que la demanda será alta, a un precio justo", según escribió el banco de inversión Credit Suisse en una nota a los clientes el lunes.

Sin embargo, es posible que las empresas no corran en estampida de nuevo a Argentina. Esta semana, la brasileña Petrobras inició conversaciones exclusivas para vender todos sus activos argentinos a un grupo local; el Nova Scotia Bank de Canadá, que supo ser importante en el país, dijo que no estaba interesado en volver.

Luna de miel política
El último obstáculo que deberá superar Macri será convencer a los argentinos de que apoyen sus reformas. Macri está disfrutando de una luna de miel política en este momento. Su énfasis en la transparencia y la eficiencia, que nunca fueron el sello distintivo de los derrochadores años de Menem o Fernández, fue recibido con gran aceptación.

"En Argentina no se ve algo así desde hace 100 años", sostiene Berensztein.

Sin embargo, la elevada inflación, agravada por la volatilidad del tipo de cambio, y algunas negociaciones salariales difíciles, están empezando a doler. Si bien los índices de aprobación de Macri se mantienen por encima del 50%, están empezando a caer. Y mientras que Cristina disfrutó de una economía internacional próspera durante sus dos mandatos, Macri se enfrenta a un contexto difícil, tanto en el plano local como en el extranjero. Rescatar a la Argentina del estancamiento para convertirla en una economía de crecimiento favorable a los inversores promete ser un viaje difícil.

Hace poco más de 70 años, el general Perón se vio ante un dilema similar y le preguntaron si alguna vez volvería a dejar que las empresas y los inversores asuman el liderazgo. "No", respondió, ya que esto significaría "vender el país" y convertirme en "un hijo de puta". Tan perdurable es el legado de Perón que la anécdota circuló ampliamente en la prensa argentina esta semana. Pero en esto, también, Macri pretende demostrar que Perón estaba equivocado.

JOHN PAUL RATHBONE y DANIEL POLITI

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