Macrilandia: De la Patria Grande al Pacífico.


Hace poco más de dos semanas, en una reunión rutinaria de la comisión del Mercosur en la Cámara de Diputados, el embajador de Perú, José Luis Néstor Pérez Sánchez-Cerro, sorprendió a sus interlocutores. Dio por hecho que la Argentina había iniciado el trámite para constituirse como país observador de la Alianza del Pacífico. En la Cancillería hay un expediente dando vueltas sobre el tema y se especula con que el presidente Mauricio Macri llevará ese regalo el 1º de julio a Chile, cuando asista a la cena inaugural de la Cumbre de la Alianza. La aceptación del convite de sus pares de México, Chile, Perú y Colombia será de por sí un gesto explícito en la redefinición de la política exterior argentina que tiene a los Estados Unidos como faro.

La semana pasada el secretario de Comercio, Miguel Braun, aseguró que “el país, a largo plazo, ingresará en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP)”. Lo aseguró en una charla en el Atlantic Council en Washington. “Estamos esperanzados en formar parte del Acuerdo tarde o temprano. Obviamente va a tomar tiempo”, reiteró y recordó que el Presidente quiere abrirse a “socios estratégicos” como los Estados Unidos con iniciativas como el TPP. El acercamiento a la Alianza del Pacífico es el paso obligado hacia ese objetivo estratégico que implica, de hecho, un impacto en la estructura fundacional del Mercosur, especialmente golpeado por la crisis política y económica de Brasil.

Soberanía cero

Durante cinco años, doce países (Estados Unidos, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile) negociaron en el más absoluto secreto las condiciones para imponer el tratado de libre comercio que involucra a 1000 millones de habitantes que representan el 25 por ciento de las exportaciones globales y el 40 por ciento del Producto Bruto Interno Mundial. La eliminación de barreras arancelarias, la resignación de las jurisdicciones nacionales para dirimir litigios, la garantía supranacional para que las corporaciones trasnacionales concreten sus negocios, la extensión de las patentes exclusivas durante más de una década para la industria farmacéutica y la flexibilización de toda legislación laboral son algunas de las cláusulas que trascendieron al firmarse el acuerdo en octubre del año pasado.

El TPP surgió como continuación global del ALCA, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, que en 2005 fracasó en la Cumbre de Mar del Plata por la resistencia de los entonces presidentes Hugo Chávez, Lula Da Silva y Néstor Kirchner ante la mirada atónita de George Bush hijo. Es la nueva criatura de los Estados Unidos para contraponer el poder creciente de China y en su momento también el de los Brics, el bloque de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ahora en retroceso por las crisis en Rusia y Brasil.

La pertenencia al Mercosur implica una limitación para los deseos del gobierno de Cambiemos de integrarse a la Alianza del Pacífico como camino a suscribir el TPP. El Tratado de Asunción y la resolución 32/00, constitutiva del Mercosur impide que los países miembros de ese mercado común puedan negociar en forma individual acuerdos de libre comercio. Nada impide que puedan constituirse en observadores, como ya lo son Uruguay y Paraguay. La Argentina durante la gestión kirchnerista no evaluó esa alternativa porque implicaba una señal política hacia la política de libre comercio de los Estados Unidos.

El triunfo de la derecha en la Argentina y la suspensión de Dilma Rousseff en Brasil parecen haber puesto en tela de juicio las certezas preexistentes sobre construcción de bloques regionales. Mañana, la canciller argentina Susana Malcorra recibirá a su par brasileño José Serra, quien dijo que hay que fortalecer el Mercosur pero también “flexibilizarlo”. En línea con Malcorra, también pugnó por un acercamiento con la Alianza del Pacífico. Claro que la transición brasileña, en seis meses se decidirá la suerte final de Dilma, transformaría en temeraria una decisión estratégica de esa magnitud.

Uruguay hace punta

En reiteradas oportunidades Uruguay ha intentado modificar la estructura jurídica del Mercosur para abrirse camino hacia tratados de libre comercio. La semana pasada en Montevideo, durante una reunión informal de Coordinadores Nacionales del Mercosur, la presidencia pro témpore uruguaya presentó una propuesta para “flexibilizar” el bloque y permitir que los Estados miembros negocien unilateralmente tratados de libre comercio con países extrazona, sin el consenso ni la participación del resto de los socios.

El ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales de Cancillería hasta el 10 de diciembre pasado, Carlos Bianco, explicó en el Facebook Economía sin Corbata que la primera avanzada uruguaya se produjo en el 2006, “cuando se barajó la posibilidad de que Uruguay denuncie el Tratado de Asunción, deje de ser miembro pleno y se transforme en sólo un ‘Estado asociado’, con el objetivo de suscribir acuerdos comerciales con los Estados Unidos y otros países. En aquella ocasión, el presidente Tabaré Vázquez le solicitó a Lula –en su carácter de presidente pro témpore– la obtención de un waiver que lo habilitara. La iniciativa no prosperó por la oposición de Argentina y Brasil al más alto nivel”.

Después de que se reanudaron las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, en 2013 Uruguay volvió a la carga y tampoco tuvo suerte. El tercer intento está en marcha. La próxima cumbre del Mercosur está prevista para el 7 de julio aunque pende de la evolución de la situación política de Brasil. Bianco estimó que “la pretendida ‘flexibilización’ del Mercosur no está exenta de grandes costos individuales para los países que lo integran y para el proceso de integración en su conjunto. De hecho, más que flexibilización, se trata de una mera “degradación” del Mercosur como bloque, que hoy en día es una Unión Aduanera ‘imperfecta’ pero que de aprobarse este proyecto, se transformaría en un mero Tratado de Libre Comercio”.

El 3 de mayo pasado Malcorra en su exposición ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado dijo que “hay que desideologizar la política exterior”, se inclinó porque la Argentina tenga “un rol de observador’ en la Alianza del Pacífico y consideró que “el Mercosur necesita un vínculo de salida hacia el Pacífico”. Apenas ganó el ballotagge, los primeros en saludar a Macri fueron los presidentes que integran la Alianza del Pacífico, el colombiano Juan Manuel Santos, el mexicano Enrique Peña Nieto y la chilena Michelle Bachelet, con quienes se encontrará el 1 de julio. Las señales de acercamiento con los Estados Unidos le allanan el camino para afianzar el vínculo con ese bloque. Las corporaciones trasnacionales de parabienes.

Nora Veiras.

Comentarios