Para entender los resultados electorales de 2017.


La derecha argentina ha logrado polarizar a una gran porción de la sociedad. La imagen de inocencia pacificadora –expresada por Vidal– fue presentada como antídoto a la “violencia” anidada en lo que definen como populismo. Los efectos de la política económica macrista ha alcanzado por ahora sólo a un pequeño sector de los trabajadores. Estos son algunos de los puntos que Jorge Elbaum señala para entender y debatir la derrota electoral “circunstancial” del 22 de octubre (2017).

Existe un clima de época internacional de carácter “reaccionario” motivado por el “pánico moral” que generan los procesos migratorios, el terrorismo, las guerras comerciales y la emergencia de nuevos movimientos sociales caracterizados por la crítica al neoliberalismo, la islamofobia y el creciente segregacionismo contra sectores vulnerables motorizado por los países centrales.

Estados Unidos ha desplegado una enorme ofensiva de “soft power” sobe la región latinoamericana, motivado por el temor generado prioritariamente por la continuidad del modelo chavista. Los servicios de inteligencia, los grandes estudios jurídicos, ligados con los poderes judiciales y los respectivos aparatos mediático-culturales han asumido el rol de “grupo de tareas” del Departamento de Estado. El caso Nisman y las persecuciones a Lula y a Cristina son la expresión de esta decisión tomada en Washington, en conjunto con varias empresas trasnacionales y fondos de inversión financieros, con sedes en Gran Bretaña, Italia, Francia, Estados Unidos e Israel.

La derecha argentina ha planteado —y ha logrado imponer— una agenda de contradicciones que opone “corrupción”/“soberbia” a “transparencia”/ “frescura” polarizando a una gran porción de la sociedad, cínica y artificialmente con simbologías ajenas al devenir estructural de sus políticas.

La derrota es el resultado (sobre todo) de la fragmentación del campo popular. La derecha ha logrado segmentar el voto vinculado históricamente al Proyecto Nacional, a través de interpósitos referentes que dividieron las expectativas populares. La CGT fue una de las instituciones más atravesadas por esa lógica generando una creciente distancia entre las bases y sus dirigentes nacionales.

Los efectos del endeudamiento, el déficit fiscal y la creciente apertura de las importaciones ha alcanzado —hasta la actualidad— a un pequeño sector de los trabajadores y el deterioro salarial no se ha constituido en un eje del debate político por haber sido sustituido por el fantasma del desempleo, la precarización y la flexibilidad laboral. La confianza en el gobierno macrista , expresado por parte del electorado, no fue perforado por esos sectores castigados. El “derrame” de las políticas se hará más evidente en cuanto se empiecen a restringir las fuentes del endeudamiento externo y se restrinjan las capacidades de la derecha para dar respuestas.

Una gran parte del imaginario social hegemónico, en forma creciente, valora como positivo aquello que se presenta y se asocia como novedad, como innovación, influido por la presencia arrasadora de los nuevos soportes tecnológicos. Aquello que se instituye como “digital” y “emprendedor” es valorado (y premiado) ) por sobre quienes son identificados/ asociados como analógicos, y por lo tanto antiguos y superados. El macrismo logró expresar ese mito epocal.

El punto de partida que posee el Proyecto Nacional para dar respuesta a esta coyuntura es enorme. Supera en diez puntos lo obtenido por Néstor Kirchner en 2003. Además, la experiencia pone en evidencia que la práctica militante nunca dependió taxativamente de derrotas o victorias circunstanciales: las generaciones que han enfrentado dictaduras sangrientas no dejaron de comprometerse, incluso en situaciones de mayor opresión y aislamiento. Se tratará entonces de crecer desde abajo, desde la particularidad, encontrar las formas más adecuadas para la reinvención discursiva, es decir, volver de alguna manera a la casita de la humildad. Eso implica sacudirse del error, estudiar las raíces de las distancias que se generaron con fragmentos de los sectores populares y seguir siendo coherentes con la memoria (y la presencia) de 30 mil compañerxs. Esto supone, sobre todo, escuchar más campanas –aunque suenen disonantes– y redoblar el amor a quienes más sufren. Quienes sustentan convicciones de sensibilidad social compartida, se saben parte de un proyecto nacional y popular momentáneamente interrumpido, que, más temprano que tarde, volverán a protagonizar, más allá de los agoreros de turno, que evalúan la historia con microscopios tácticos, demasiado específicos para evaluar el devenir.

Jorge Elbaum, Nuestras Voces.

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